Me comentaba un amigo arqueólogo que, de joven, durante su carrera, le enseñaron una técnica poco usual para distinguir de inmediato una piedra, un fósil, un hueso. El método en cuestión era pasarla por la lengua, lo cual acarreaba que de cuando en cuando, se llevara a la boca algo más desagradable.
Distinguir la mierda con tan sólo olerla o incluso lamerla, es algo que deberían enseñar también en la desprestigiada carrera de periodismo. Diferenciar cuando nos la están restregando por la cara, cuando la tenemos ante nuestros propios ojos, debería ser asignatura troncal para el futuro periodista.
Y sin embargo, aquí estamos. No distinguimos una flauta de un perrito pequinés.
Ahora mírenlos. Miren a estos tres políticos y acuérdense del día de hoy.
Una disposición contra la amplia voluntad manifestada del ciudadano que se ha demostrado con papeles como una imposición estadounidense, resucitada por los partidos de estos tres soberanos sinverguenzas.
Sin verguenza la negociaron, sin verguenza la ocultaron de tapadillo en una ley para otros fines, sin verguenza se vendieron a un lobby industrial americano en no se sabe cuántas embajadas, sin verguenza la cosieron, adaptaron y remodelaron al gusto de cuatro cantantes a los que le debían favores electorales pasados y sin verguenza la van a aprobar delante de todos.
Miren de nuevo la calaña de políticos que con gusto lamemos estos días. Mirenlos porque sinverguenzas es lo mínimo que se les puede decir. Cualquiera que salga a la calle hoy en día, sabrá que el nombre del actual Presidente de España no es Jose Luis, su nombre es "el hijo puta de Zapatero". Así lo llaman en bares, mercados y calles de todo el país. Cualquier frase que hable o se refiera a la política en estos días comienza con la coletilla "El hijo puta de Zapatero ha dicho... El hijo puta de Zapatero va a recortar... El hijo puta de Zapatero va a aprobar..."
El pueblo ya no les respeta. No hay respeto porque no se lo merecen. Lo han vendido a bancos, corporaciones, países, gobernantes, dictadores y lobbys de presión.
Han vendido al obrero. Han abandonado al parado. Han jodido al trabajador y se han convertido en los proxenetas de cualquiera que les ofrezca un buen puesto, con buena paga, tras su retiro. Todos, todos ellos, están vendiendo el futuro del españolito como buenos chulos. Nosotras las putas, a callar y a bajarnos las bragas.
Primero se apartaron del pueblo. Después lo despreciaron y ahora, ante la aquiescencia de sus votantes, han convertido la democracia en una mierda que no sabemos ni distinguir.
La generación de políticos que nos ha tocado soportar es la peor plaga de chupóteros, lameculos, insulsos picapleitos, culos de poltrona y mangantes que ha existido en muchas décadas. No lo sabíamos porque no tuvimos la suerte de probar la mierda como mi amigo el arqueólogo. La crisis tan sólo ha dejado al descubierto lo que eran todos ellos, y ahora conocemos su olor.
Estoy de acuerdo contigo en casi todo. La verdad es que ha sido todo muy claro y consciso, pero hay alguna cosa en la que me gustaría hacer un pequeño comentario:
ResponderEliminarCreo que no tenemos la peor generación de políticos. Todas las generaciones han sido igual (para bien y para mal), solo que ahora estos se han encotrado con el culo abierto de par en par, ya que los de antes lo abrieron. Es decir, estos no han abierto las puertas a europa, no se han vendido a los bancos... tampoco han hecho nada por arreglarlo, eso si.
Por otro lado, ¿No te parece que tenemos los políticos que nos merecemos? Es decir, para que cambiar algo si el ciudadano medio va a estar en casa tocandose las bolas y creyéndose lo que dice su medio de comunicación favorito.
Creo que el verdadero problema en este país somos más nosotros que los políticos (que tambien lo son), porque hasta los huevos estamos todos, pero dispuestos a actuar o a cambiar las cosas no llegamos al 4%
Tío, no puedes escribir en un artículo la palabra "vergüenza" no sé cuántas veces sin una sola diéresis y luego hacer otro quejándote de las faltas de ortografía de Ana Pastor: eso es trampa, es jugar sucio con la pobre Ana. Arréglalo o algo, hombre.
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